Historias que no se olvidan


Después de muchos años de no publicar esta página, a pesar que hemos sobrevivido a este mundo cruel e inhóspito, estamos vivos, y todavía podemos seguir contando nuestras historias que se tejen entre las que parecen irreales He sido víctima a lo largo de los años de persecuciones que a veces confundí que eran. Anduve ido de mi mismo durante muchos años, que incluso creo que comenzó desde muy joven como si tuviera un extraño estigma de familia y de imaginarios. Persecuciones a donde fui objeto de extraños trabajos de sicología que cualquiera pudiera decir que no son más que embustes a cuenta mía, y que más de uno en sus creencias trató también de participar en esos cuentos para enredarme en sus teje manejos sicológicos. Todavía recuerdo a uno de esos supuestos amigos, que convencido que estaba loco, una noche me convido con otro de sus amigos, dizque a ir a un parque del norte de Bogotá a ver un espanto que supuestamente salía a determinadas horas y días. Y no. Tratando de embaucarme con sus historias  ramplonescas, acepté en participar de semejante infundio, y no. No existía nada de lo que decían. Algo parecido me había pasado muy joven cuando fui profesor en una escuela de la Virginia -una vereda de Prado Tolima- adonde el rumor de un extraño fenómeno paranormal se sucedía desde hacía noches en una de las casas de dicho pueblo, y que lo sacudía con las exageraciones de los campesinos que afirmaban que en una de las ventanas veían el ánima de una persona muerta que la habitó, pero que a pesar del los tumultos de la gente que se arremolinaba, yo no vi nada. Una extraña coincidencia que con los años se fueron convirtiendo en otras relacionadas con amigos de la misma familia y míos también,  como si entre todos me considerasen loco, o me quisieran hacer pasar como tal. Y es que mi ensimismamiento en esa época lejana de juventud, alguien les hizo creer que en verdad estaba chiflado, y todo lo que hacían era a propósito con el fin desestabilizarme, fuera de hacerme quedar en ridículo. Unas sugerencias que se fueron confundiendo con otros amigos que conocí más tarde, en las que además por pensar en proyectos políticos de esa época, creí que todo era por eso, máxime cuando comencé a creer que  agentes estatales me perseguían por mis supuestas creencias, y que a los pocos años dejé, no así las amistades que durante un buen tiempo tuve. Después creí, o me hicieron creer que en verdad era un rufián por que me vi rodeado de gentes de calles que me amenazaban como si alguien de la ley me los mandará. Así fui y he sido objeto de amenazas de trogloditas de calles que fueron enviados por alguien que tenía poder sobre ellos. En todas las parte donde he vivido ha pasado lo mismo, incluso cuando llegué a vivir con una tía en su casa tras haber compartido con ella la mayor parte de mi vida desde la niñez, como si en verdad alguien hubiera estado toda la vida participando en esos entuertos que digo. Ella murió atropellada por un carro, y a mí en Bogotá otros trataron de hacer lo mismo conmigo, fuera de otras sandeces que me pasaron como si los malandros de calle hubieran salido de los infiernos a zaherirme, que al regresar a Ibagué después de muchos años de abandonar esta ciudad salieron a hacer lo mismo. Cuál no sería mi sorpresa cuando comencé a atar cabos sueltos de circunstancias que viví desde niño, cuando fui tejiendo una persecución extraña como si tuviera un imaginario que desde siempre, desde mi nacimiento, como si fuera el eje de una familia que a toda costa me quiso matar o enloquecer. Todavía creo que puede ser un testamento que desconozco, que por alguna razón el testador exigió que si era loco o depravado no podría tener derecho a ello, y lo he pensado gracias a mis conocimientos de derecho, y además porque los familiares cercanos que tengo de origen paterno para nada les importó lo acaecido conmigo como si fueran ellos los artífices de mi situación en un país como el nuestro. Y sin embargo, al mirar por otros lados, siempre he contado a mi alrededor con gentes que quisieron participar con sus embrollos, como si un extraño estigma existiera desde que me conozco. La vida no pasa gratis, y ya no alojo dentro de mi subconsciente eso temores ocultos, sino que entiendo que la vileza del ser humano siempre ha existido. Los canallas aparentan ser de los más sanos del mundo ante la ley, mientras que los que si somos personas mucho más decentes que estas, somos los desalmados adonde más de uno lo amenaza. Las calles por donde vivo y he vivido han sido testigos de los que me han zaherido. Y la mayoría de los amigos en que creí, constaté que no lo eran. No soy santo, pero tampoco me he considerado un rufián. Me parece espantoso amenazar a otro en su misma casa, tal y como pasó conmigo. Me parece terrible ver a un bobo o a una persona indefensa ser agredida por alguien que tiene poder o riqueza. Y me parece horrible y de mala leche que aquel que lo haya intentado robar o matar le muestre la cara a uno, como una mansa paloma ante los demás, a sabiendas que lo trató a uno de sacar de este mundo, o que lo haya robado descaradamente. Qué los ladrones lo hagan, es normal en los delincuentes. Pero que lo hagan personas que Ud. no crea que lo son, es muy triste de contar. Si no estuviera vivo y cuerdo a estas horas de la vida, no lo hubiera podido decir. Y mucho más cuando algunos de los mismos imaginarios también pudieron participar disimuladamente de esos improperios. ¿En que país vivimos?           

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