Historias de Abolengos

Los abolengos son esas especies de herencias que pueden ser malditas, o también lo mejor que a un ser humano le puede suceder. Digamos: "Hijo de tal palo, tal astilla". En cierta medida muchos no quisieramos ser lo que somos, pero las historias de nuestros origenes nos obligan a ser lo que no queremos ser. Es cierto. Quién no pretende ser el mejor de lo mejor, y sin embargo para otros se es lo peor de lo peor. Bazofia. Sin uno propónerselo. En esas historias de los abolengos existen muchas.
Hace algunos años, y sigo insistiendo y contando porque no hay forma de evitarlo, fui obligado a andar por las calles por cuenta de otros que con los años hasta ahora los he comenzado a entender.
Una de las pocas clientes que nunca dejó de comprarme los productos que elaboraba me lo dijo:
-Ud. lo que tiene es una familia de policías.
Y disculparán la forma que lo digo, pues no se trata de éso. Ella se había dado cuenta que alrededor mío todo un conglomerado de personajes de calle, de comerciantes empirofollados, de administradores de internet que consuetudinariamente no solo me amenazaban como si tuvieran su festín, sino que en aquel barrio como en muchos otros adonde anduve en Bogotá durante muchos años(ya se me perdió la cuenta) los clientes resultaban, o bravucones, o simplemente con esa decencia que caracteriza a muchos: No me volvían a comprar.
Ella me lo dijo en tono abierto y amigable.
-Mi esposo es pensionado y tiene una oficina en el centro, porque también es abogado. Créame porque se lo digo. Tiene que haber una herencia o un legado, porque sino...
Nunca le puse acato. Al fin y al cabo dentro de mis proyectos estaban los de publicar libros, escribir... y además creía que lo de la fantasía tendría que darme algún resultado. La vida ha corroborado con creces lo que aquella cliente me dijo. En los internets comenzó una especie de persecución, que cuando alquilaba uno, enseguida el propio administrador me enviaba un mensaje mediante una plantilla con el signo de la cruz, como si me dijera:
-Ud. se va a morir.
En las calles en esas idas y venidas que hice de Ibagué a Bogotá, y por cuanto pueblo anduve vendiendo libros, fui objeto de tamañas alevosías y provocaciones, que uno termina entendiendo que se tiene una marca, y así mediante ella terminaron dañando mi vida.
-Devuélvanme a mi vida normal. Quiténme la paranoia. No me hablen en las calles.
A veces creo que ese oficio de perseguir a las personas por cuenta de otros más inteligentes y más disimulados, es como si a esos personajes les estuvieran regalando la plata, por solo hacer nada. Cómo pueden unos personajes darsen semejante lujos. Y cómo unos familiares y amigos que tuve hicieron semejantes enredos para saberse lo que se tenía que saber. Que fui objeto de un pisoteo desde niño, tanto...
Que Miguel A y otros amigos aparecieron en mi vida como como si les interesara mucho esa amistad fraternal que con el tiempo, sin saber cómo resultaron imaginarios.Son los enredos que se dan en este país sin uno saberlo. Un buen día apareció buscándome en las Ferias, y desde ahí durante muchos años, incluso en Bogotá cuando llegué a vivir en el Trinidad Galán con una tía hermana de mi papá, de pronto me lo encontré con que vivía cerca. Yo había dejado las aulas del bachillerato de San Simón y estudiaba en el colegio nocturno de la gran Colombia. Así sucedió con otros amigos, y no tengo temor de equivocarme:
Era como si fuera un enemigo público. Un mozalbete que no entendía nada, que tenía sus sueños, pero que éstos me los fueron desbarajustando, y para su complacencia, en ese arte sutil de los lavados de cerebreo, tal vez por ser autista, porque crecí en medio de esos politiqueros que hablaban de igualdades fraternales y que después ahora los vé como lo que son:
-Embusteros.
Pero de eso no se trata. Desde que tengo uso de razón ha existido una extraña persecución, en donde uno figura como el degeneradito, y en las lenguas de los demás uno puede ser hasta un criminal sin saberlo. Y eso que yo me creo una persona de bien. ¿Lo dudan?
En fin, mi historia sin quererlo tiene que tener un estigma que desconozco, y es de policía y de familia tal y como me lo dijo aquella señora, una historia que parece que otros me la han contado a bravatadas, y la persona que he creido ser: De noble corazón, ha terminado azqueado de las porquerías de las que sido víctima. Y claro, que no pretendemos terminar como delincuentes porque en la realidad no lo somos. Si lo fuera, sería millonario, o ya estaría muerto.
Así es como se dan las historias de los abolengos. Uno termina haciendo el papel que no quiso, pero que la sociedad lo llevó hacia allá. Tal vez, así es como se forjan los delincuentes. Y también así, otros resultan millonarios y de buenas familias. Y si miramos la historia de sus linajes, comprendemos que nuestras realidades sociales han sido siempre así. No tanto como las historias que nos cuentan las películas. Para no ir más lejos, les voy acontar unas cercanas, tan cercanas , de que las herencias de familia como las del petróleo, no hacen más que parte de esos abolengos que fueron conseguidos en su momento por la astucia de abogados y politiqueros de turno, que con el tiempo sus herederos terminaron por ser de los mejores en este país. Lo importante es que ahora sus herederos le prestan un buen servicio a nuestra socieda, y todos quisieramos que nuestros descendientes fueran mejores de lo que nosotros hemos sido. En el gobierno de Belisario Betancourt también se trató de darle salida a los bienes supuestamente mal habidos de dolares que inundaron nuestro país, y en el de López oímos también de lo que hizo de la bonanza marimbera, que los respectivos gobiernos trataron  de legalizar porque así estos nuevos capitales podrían servir a nuestra economía. Y sin embargo, detrás de ellos se han forjado otros legados de personajes que terminaron por adueñarse de un país con nuevas costumbres non santas, y que como tales en nuestras nuevas realidades hoy estamos viendo a un mundo muy diferente al que creímos que era. Ahora se habla de los capitales golondrinas, que llegan voraces y se apropian de los dividendos sin dejarnos nada. Ya éstas historias son de delincuentes de cuello blanco, que con el tiempo...
Todo se puede. Mis historias sin embargo, no tiene ese caracter, pero creo que así podemos entender parte de lo que es nuestra sociedad.

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