Las Mangualas

En esta pintura de Goya, uno puede imaginarse cualquier cosa. Y aunque él vivió su mundo por cuenta de aquellos años siniestros de la inquisición española, hay otros que por esos felaces imaginarios de la desesperanza que existen en nuestros países, tenemos que soportar las bellaquerías   de estos personajes que se creen que tienen el sartén por su mango. Se lamen suspensamientos rufianescos, y casi nos intentan matar impunemente mediante las amenazas subrepticias, y los siniestros hábilemente preparados.
Ayer,me acorde. No sé si fue por esas noticias que a diario nos traen los noticieros de la radio y la televisión, o porque vivencias que otrora tuve que vivir.
Yo salía en una de las tantas ocasiones de la casa maldita, y tenía que sentirme sometido a las provocacionesde aquellos que como Noé, o el de "La voz de Humo", los injundiosos de los Ramos, las bravatasy las impertinencias de aquel que nos recuerda al monarca que siendo Alemán gobernó el imperio Español, en donde el día y la noche se confundían por la versatilidad de los gendarmes que "El Embrujado" nos cuenta en sus "Crónicas Gendarmes", que mediante sus vigilancias y sus arbitraridiades, pretendieron llevarlo más a la locura.
El nuevo dueño de una de las casas que hay a la salida de aquel callejón, y donde dejó muchas veces su carro estacionado en aquel parqueadero improvisadode todos los que allí vivían, y que con las letras de las placas insinuaban sicológicamente a una de esas organizaciones que supuestamente hacen de las suyas en nuestro país. Un gatico negro que a veces maullaba desde el techo de aquella casa, y que a veces lo veía en la otra que queda al frente del mismo callejón, podía entristecer a cualquiera porque estaba como encerrado y dispuesto para su muerte.
Así en medio de esas circusntancias de otros años, con las noticias de ayer, recordé que yendo en la noche anterior para la casa, decidí que tenía que entreterme antesde llegaren una fonda de esas que a veces frecuento, y no me fuí por el mismo lugar de siempre, adonde antes de llegar a un puente que hay peatonal, y que tengo por costumbre atravesar aquella avenida por debajo del mismo, y a un lado de una caseta de barrio, adonde parece que los vigilantes particulares están pendientesde los que por allí vivimos. No sé. Y es muy probable, aunque no le debo nada a nadie que yo sepa, y que hasta ahora creo que soy un ciudadano de bien. Eso me imagino. No sé si a éstos, pues al fin y al cabo se parecen a esas vigilancias privadas que uno vé a diario en las ciudades grandes como Bogotá.
Al irme por otra calle para salir al mismo sitio, uno de esos ayudantes de un parqueadero improvisados que por allí abundan, maulla como un gato, como para decirme disimuladamente otra cosa.
Al ver su insistencia, yo le grito:
-¿Me conoce?
Este, que está recostado sobre...tal vez sobre la parte delantera de un carro, pues no lo logro ver bien en medio de la oscuridad, ya que hace parte del todo de un estacionadero de calle, y público.
Maulla de nuevo.
En son de broma, y como para uno no amilanarse, le grito:
-Yo también estoy haciendo lo mismo.
Seguro que si a Ud. alguien lo amenaza mediante bromas, Ud. tambien hace lo mismo en son de bromas, y tampoco creo que pueda esperar algún improperio ya que es una reapuesta que cualquier persona puede hacer. Otra cosa que lo haga adrede con el fín de agredirlo.
Al frente hay otro que también vigila. Y de éso me doy cuenta que también vigila, y me impresiona que sepan quén soy yo. Un autista del que otros han hechos sus historias, en un país adonde las marcas son muchas.
El día anterior, otro personaje que entre bromas y bromas que  siempre me ha atendido bien cuando voy a su negocio a degustar una cerveza para paliar la sed en estas noches calenturientas por la humedad y el sofoco, me dice:
-Ayer lo ví que iba debajo de un puente.
-¡Ah! Si.¿Será adonde me intentaron atracar una vez?
Y lo hago en son de broma, pues no es cierto, aunque de primetra instancia lo confundo con otro puente.
Por esas coincidencias que nos dá la vida, muy temprano al otro día, en el separador de esa avenida, adonde siempre acostumbro pasar, me encuentro con un gatico negro, y muerto.
Aunque de momento no le puse cuidado,caigo en la cuenta que lo que aquel supuesto vigilante de carros, me estaba contando algo sobre el gatico, y lo entiendo como una amenaza; aunque fuera en son de bromas, y pura coincidencia. Entonces  recuerdo de otro motorizado que años antes había visto en un centro comercial del Restrepo en Bogotá, muy cerca donde una tía una vez hizo y firmó una promesa de compraventa, que ví despues de muchos años aunque son de esos rostros que uno no distingue de momento, pero que siempre cuando los vé en el sitio, uno se acuerda. Y como son rostros uno comienza a presumir otras cosas
Una moto que en su momento se me hizo muy parecida, y manejada por un personaje que desconozco pero que los recuerdos siempre afloran, cuando yo iba a buscar unos clientes  cerca de la avenida diecinueve en Bogotá, y muy cerca de una plaza de mercado del Samper Mendoza, adonde los viernes todos los clientes y dueños trasnochan porque allí se intercambian todos los tipos de hierbas que se utilizan para la medicina y la brujería que pulula en este país, y por que también están los distribuidores al por mayor de pescado marino para todo el interior de Colombia.
Arroja un gatico que llevaba vivo en una tula talvez, y vivo, y que se parece al mismo que vi durante esos días aciagos aquel interior adonde viví más de treinta ñaos, y veo, cómo entre sus maullidos se retuerce como si algo le hubieran echado. Y yo asustado, sin nmirar siquiera para dónde se fue aquel motorizado siniestro, me voy dando cuenta cómo deja de revolcarse en el piso, hasta que se muere.
Los dueños de aquel negocio adonde aquel personaje lo arrojó,también salen trémulos.
Y yo, en medio de la locura y el miedo a que me tienen sometido, hasta ahora puedo contar esta historia.
Algo parecido ya me habìa sucedido en Alquería la Fragua, muy cerca de Venecia después que fui a visitar a una cliente, cuando le pregunté que sí por un parque que hay en los alrededores podía salir a otra calle adonde hay comercio.
Y ésta solo atinó a decirme:
-Si se va por este lado, corre peligro. Y si se vá por allá, no.
Y yo hice lo contrario pues me sembró la duda, ya que por allá, esos personajes malacorosos y de calles frecuentemente salían a amenazarme, como si tuvieran algún negocio conmigo. Calles que recorrí muchos años por el oficio de vendedor que siempre desempeñé.
Cual no sería mi sorpresa, en aquel parque solitario, unos niños disfrutaban con un gatico que habían como quemado, y de seguro que si Ud. es muy nervioso, o está sugestionado por alguna circunstancia como las de las amenazas que uno ha recibido en las calles y en los internets, seguro que queda mucho más loco de lo que está. Y es muy probable que estas prácticas sean muy comunes,  pues así lo leí hace muchos años en un periódico bogotano. 
Aunque parte de esta hsitoria antes la conté de otra manera,ahora me parece mejor que la anterior.
¿Qué les parece?
Lástima que existan personajes de estas calañas.
¿Verdad?
Y toda esta historia surgió entre antier, ayer y hoy.
Así, lo parece.
    

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