Historias de Abolengos 6

Los matoneos que son ahora tan comunes en el que gentes le salen a provocarlo y amenazarlo tal y como sucede en el mundo virtual, el autor los ha vivido desde muy jóven. No recuerdo desde cuando, pero si tal vez, una de las primeras veces me sucedieron estando muy niñ, en uno domingo que quise cambiar mis cuentos que leía en la entrada adonde estuvo el teatro Nelly en la carrera 3 entre 16 y 17 en Ibagué, y que fuì sorprendido por otro muchacho que apareciò en medio del tumulto y con un raponazo hizo que éstos cayeran al piso, mientras el cual más en esa rebatiña que se formó se quedaron con los que venía coleccionando desde algunos años atrás, ya que era un asiduo lector de las caricaturas de ese tiempo. Nunca entendí el cuento.  Y nucho menos el por qué aquel bobo, estando un poco más niño me esperaba en la puerta del colegio,  que solo lograba birlarlo cuando Jorgito, aquel del que ya hablé al principio de estas historias me protegía para que éste no me amenazara. Tal vez tendría 6 o siete años, e incluso por ahí andan sus fotos en mi compañía en el primer folklor que hubo en Ibagué por cuenta de Adriano Tribín Piedrahita. Por cuenta de los abolengos que seguramente son reales, la provocación y el amedrentamiento han sido tan sugestivos, que con los años que tengo se me hacen tan extraños porque a ninguna persona le puede pasar situaciones de manera reiterada, máxime cuando éste murió en un extraño accidente de tráfico por cuenta de su mismo hermano medio en Zipáquira en un diciembre, o en el primer diá de un año nuevo, dato que no recuerdo muy bien, pero que a mí me impactó porque ese día casi muero ahogado en El Salado en un paseo que organizaron los familiares de éste. No sabía nadar, y estaba estrenando mi primera pantaloneta que me acompañaría en otros lugares comunes, un accidente que el autor prefiere no contar porque cuando uno se vuelve paranoico estas circunstancias ya no se las achaca al destino. El hecho es que León Darío, un hermano suyo también moriría algunos meses después, en una comisión que hacía, pues hacía parte de los servicios secretos de la policía , por cuenta de la delincuencia en el campo. Así, cuando estos extraños sucesos que al autor ha vivido, y que seguramente muchos de los de nuestro tiempo debieron de vivir otros peores, el autor cree que estos matóneos provienen desde niño.
En San Simón, para no ir más lejos me sucedieron cosas extrañas,  por cuenta de esos amigos que uno se confunde, y que con el tiempo termina por entender que los amigos no existen, y que si lo fueron de nada valieron para que durante el resto de mi vida me hubiera sucedido todo lo que estoy contando.
A uno le dicen que el autismo es una malformación sicológica pr cuenta de fallas biológicas que existen dentro del organismo, y que ese aislmiento es debido a procesos mentales que se dan en su propia persona en donde la autoestima trmina por el piso, cuando en ese medio en el que nos formamos, somos tan extraños, que cualquiera que se nos acerque, si de verdad se pretende ser amigable, le cree el cuento.
Y como en esos medios se hablaba tanto de los procesos de cambio sociales, y nuestra permeabilidad mental ante aquellos amigos que en su momento creyó, cualquiera termina convencidde que son de los mejores, así sean de los peores. Es dificil explicarlo.
Esa timidez que muchos dicen atosigante por que en verdad bajo determinadas situaciones los complejos salen a flote, para aquellos que son medio perversos o que tienen sus mentalidades tan podridas, y cuando está rodeado bajo una amistad que esta unida por una concepción de la vida y una confianza en el deseo de que el mundo sea mejor, c cualquiera lo conmueve, y mucho más a aquellos que por alguna razón llamamos autistas.
Es curioso, pero dede esa época comenzaron a sucederme tantas situaciones acomodaticias mediante el miedo y la provocaciones que el autor todavía las está viviendo, mientras a los demas les echaban el cuento tan bello y tan dulce, que los más ruines salieron a ver que se conseguían.  Por esa razón, y tal vez por los abolengos que desconozco, me salieron tantos falsarios, que todavia me pregunto:
-¿Y sus mercedes, qué se van a ganar?       

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