Historias de Abolengos 4

Y tal como lo comencé diciendo en esta saga los abolengos son marcas que pueden perjudicar a los que no conocen sus verdaderas realidades. Aquella cliente que me dijo que lo mío no era más que el producto de algún legado oculto en la que unos familiares durante años mediante las argucias de estos pintorescos personajes que utilizando a supuestos y abusivos ladronzuelos de medio peso, mediante enredos de familias trataron de desquiciarme sicológicamante para sacarme de esta vida sin ninguna contenplación, seguramente tenía razón. Yo acababa de pasar el primer año de derecho en la universidad libre, y aunque nunca intuí que aquellos amigos que me rodearon en el estudio resultaron tan conocidos de aquellos jugadores de ajedrez y pensionados de ley que también iban no solo a participar en estas lides, sino que parecían más bien unos rebuscadores de tesoros en esas calles que aunque parecieran tan normales en donde los comerciantes hacían su agosto, éstos estaban tratando de conseguirse su billetico en un país que nos demuestra por qué la corrupción está por todos los lados adonde se mire. Aunque solo hasta ahora al regresar casi de tiempo completo a Ibagué me he podido formar un concepto ya más claro sobre todo lo que me ha acontecido. Ya  lo presumía cuando regresé todo ido a la casa después de que murió la tía, y ante la obstinación de estos vecinos en no dejarme la vida tránquila en la que a diario siempre hubo una amenza o una provocación, en la que Voz de Humo y todos aquellos secuaces de muchachos que ahora se me antojan también salieron de aquí, como si toda la vida hubieran tenido su negocito conmigo. Es una lástima que yo tenga que compartir con éstos las perdidas y no las ganancias, ya cuando el autor ha comprendido que todo ésto no ha sido más que la consecuencia de ese extraño enredo de familia en la que todavía no termina, pero que si se sabe cómo comenzó. Al desempolvar estas historias el autor puede hilar todo bien claro. Pedrín, un primo en el que creí en su momento fue uno de los que me dio la pista. Primorov, otro familiar que me comentaría que los hechos acaecidos con aquel perro  que casi me castra, y que a la vuelta de casi tres décadas me la terminaría contando Clavijo, el hijo del fotografo y supuesto hijo de judío en Santa Bárbara, no eran los de un perro amaestrado porque era un simple gozque y no de raza. Pacho, un amigo con el que terminé bachillerato en la univ. Gran Colombia, con el que pasábamos días jugando ajedrez en el Capablanca, don Jesús un esmeraldero y cuñado de una tía hermana de mi papá, un Munevar que durante años fue el novio de la tía y quien se encargó de conseguirle aquella casa, en la que todos estos personajes resultaron entre todos tan conocidos, y en el que Memín  otros que en conponenda resultaron ser  supuestos agentes estatales, se convirtieron en  verdaderos desquiciadores como si con ello se fueran a ganar algo, o quisieran tapar alguna vieja historia de familia.
Pedrín en aquellos años, resultó tan locuaz y tan amigable, que un medio hermano suyo en el centro comercial de la pajarera resultó con un negocio adonde una sobrina de Primorov trabajó, y adonde seguramente alguna relación resultaron tener con otros vecinos, convertidos todos en una especie de  manguala, y a los que todavía no acabo de comprender porque me recuerdan a otros que resultaron ser de Picaleña en Ibagué,relacionados con unos amigos de la universidad del Tolima, y otros y otros que a la vuelta de todo este tiempo, cuando tenemos la làpida pegada por cuenta de estos miserables que orquestaron todas estas  fanfarrias a las que he sido sometido. Aldana, un desconocido para mí en estas historias, me daría casi toda la claridad de estas elucubraciones cuando úna hermana de Memín me contó que tenía un novio vendedor de carros.
Y como en esas historias que se juntan y se separan , muy al estilo de lo que nos cuenta Jhon Dos Pasos en Manhattan transfer, al hilarlas todos estaban detrás de sus esteoritipados montajes en la que el perjudicado y la víctima era yo, mientras todos estos pundorosos jóvenes que me rodearon resultaron ser de las mejores familias, mientras mis abolengos eran de lo peor.
Uriel, un primo me diría que Pedrín ante un préstamo suyo, se negó a entregar aquel local. en el que estaba.
Nunca entendería cómo una familia comenzando por un tío parecía tan interesada con otros en perjudicarme, así en apariencia me hubieran ayudado muchas veces, y tampoco entendería por qué Pedrín se afanaba en buscarme cuando trabajé con mi papá, cuando se suponía estaba en un local de unas propiedades en donde según entiendo sus primitivos dueños resultaron en Estados Unidos, pero que según Memín cuya madre trabajó en una notaría que estuvo mucho tiempo en el pasaje Hernandez en pleno centro de Bogotá, me comentaría otras historias sobre el dueño de otros negocios que en la década de los años 50 los dejó abandonados.
Memín que debe de andar en el cielo, y que me hizo firmar un papel en blanco cuando estuve ido de la cabeza, y que en una noche que salí de la casa de su mámá cuando después de dejar a su hermana en su casa del Calvo Sur,  terminaría aporreado por un carro blanco muy parecido al de un vecino que justo en los últimos años en la "Casa Embrujada" estuvo abandonado en aquel callejón, como recordándome que posiblemente éste podría ser el mismo con el que me fracturaron una pierna cuando de manera a fantasmal me lo arrojó un conductor anónimo en la carrera 10 con primera en Bogotá en los años en que trabajaba en en Villa Gladys, en el Distrito especial de Bogotá como profesor.
-Serafín está muerto, me diría en aquella ocasión Aldana,al preguntarle por éste.
-Le vamos a cobrar el secuestro, diría una voz por teléfono en una de esas noches de estupores, cuando la tía resultó adoptando un niño, mientras yo ya no sabía de este mundo pues inexorablemente marchaba a la locura.
Era un trabajo en el que participaron muchos y en las cuales fui drogado por un Piedrahita de Ibagué, pero que solo hasta ahora lo comprendo.
La tía medio dormida me pasó el auricular del teléfono, para escuchar aquella voz amenazante.  Aldana muchos años después de un infarto suyo, me diría que un magistrado cuyo nombre es homónimo al de un santo venezolano, fue el que le ayudó para conseguirse un trabajo en la rama judicial.
La cliente me lo había dejado entrever bien claro.
Por cuenta de esos abolengos, o por haber sido de niño autista y tímido, o porque a toda una pleyade de buenongos personajes que resultaron non santos, en su creencia de que en verdad estaba loco, hiceron todo lo imposible por hacerme aparecer así de manera descrestadora y vulgar. Pero tras el tiempo,y la vida ahora me permite contar estas historias en las que fui zaherido. Toda vía lo estoy.
Pedrín y esa familia terminarían por perderse de mis sueños, afortunadamente.
Al contarme Aldana, que Serafín había muerto por cuenta de un cuñado suyo dentro de su misma casa, en una extraña borrachera cuando con un disparo asesinó a su suegro, y aunque probablemente pudiera no ser cierta pues no me consta ni me interesa, lo mismo que otrsa que me contaría Pedrín sobre otro comerciante en Ibagué.
Al hilvanar los recuerdos de esos años juveniles cuando Miguel A y un Cuchumina resultaron los mejores de mis amigos, y en las que todos vivimos como si la vida fuera a ser siempre la misma, yo sin embargo ya estaba como secuestrado por cuenta de estos personajes que me aparecieron.
Amistades que fueron surgiendo  alrededor de estos extraños abolengos que me han ido contando otros mediante alevosías siniestras.
Estando loco e ido de la cabeza, una extraña pesadilla me sucedió, como si en realidad en la vida real lo hubiera estado sin yo darme cuenta. Y así creo que lo fue.
En el momento que ví una foto antigua recordé que se parecía mucho a la pesadilla que viví en ese momento en el hospital de la Hortúa sentado en una silla de ruedas. Una historia que le permitió al  "Embrujado" recrear unas cortas historias sobre esta situación.
Ahora si creo que podré  continuar con estos abolengos para hilvanarlos mejor, ya que hacía rato que no entraba a este blog.

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