POR LAS CALLES DE CASIMBA(continuación2)

Si. Por la avenida sexta. Sin haber sido cliente consuitodinario de aquellos negocios que por allí pululan, gentes que antes había visto en el Capablanca, y en san Victorino, decidieron seguir con su cuentico de amedranamiento. Es muy facil. Ud. entra a uno de eso negocios, y desde el dueño o la dueña comienza con su historia. Su cuento era éste;
Le hacían a uno creer que uno era lo que esos personajes duchos en mover sus lenguas con el poder suficiente como para que les creyeran, y hacerles decir y vociferar lo que en su momento querían. Digamos que a diario cambiaban con su historia en cualquiera de estos negocios. Yo para probarlo, porque somos tercos, entraba a uno y otro negocio, para comprobar que eran muy obedientes, y ese día como los niños en las escuelas, rtepiten lo que el profesor les dice. Valga un ejemplo. Salía de la Casa embrujada, y la vecina estaba esperándome y me decía:
Don don, que Dios lo bendiga.
Enseguida salía el Tolimita del frente, adonde antes vivíaaa un agente de esos que manejaban sus camionetas que se me hizo muy parecido a uno que un día por la carrera novena con décima, después de haber tomado unos tragos con el odontólogo Hernández y quien según tengo entendido ya se pensionó con el Distrito, un ajedrecista muy amigo de Bermudez aquí en Ibagué, resulté sin saber de dónde era vecino, y solo cuando me estaban llevando hacia el sector montañoso de la zona oriental de Bogotá, adonde me arrojó maguyándome los brazos, y sin decir nada, pues yo gritaba y gritaba del susto claro está, y aunque no recuerdod dolo sabía que corrí por esa carretera sin saber cómo regresé a la casa. El hecho es, que desde ahí nunca volví a saludar al tal doctor, porque se me hacía raro que yo hubiera perdido la cabeza, pero a lo que voy es que se rascaba su nal, y mantenía lo mismo que Voz de humo a ver en qué momento salía. Después esa familia parecía que se hubiera tomado aquel inteiro pues pelechaban en la casa del vecino, y mantenían golpeando y haciendo ruido cada que se les antojaba desde el segundo piso.
Y bien, ese día era el trabajo. Por donde iba me iba sucediendo lo mismo. un trabajo bien orquestado. Claro que hay que decir, que en algún momento, y mucho antes en el barrio San Antonio, como andaba tan aturdido y sugestionado, hubo momentos en que pensaba suicidarme. Pero el amor a la vida, la convicción de que era presa de delincuentes, y con el conocimiento de las calles, adonde vi personas en las mismas circunstancias, y en especial a una señora que cada que iba a San Isidro hablaba sola, como tratando de desahogarse, porque seguramente la tenían en una encerrona, y ví a otro que esta como en un estado de delirio, con los nervios crispados y aturdidos, igual a como lo estuve antes de arrojarme desde el segundo piso del Bienestar social de Sanvictorino, adonde funciona esta oficina de la alcaldía, pues no podía soportar las voces que amenazantes parecían salir no sé de donde, mientras retumbaban en mi cerebro, cosa que después descubrí que probablemente había sido drogado, porque ay muchas cosas que yo mismo he repetido para comprobarlo, así como lo hacen mis fervientes y acongojados perseguidores trando de repetirme lo que yo digo o hago, en un país a donde a éstos les sobra todo el tiempo del mundo como si no tuvieran qué más hacer, en vez de ponerse a trabajar en algo que le sirva al país, actuando como pedigueños y amenazándome en tono burlesco, muy parecido a lo que por aquí pasa, como si no tuvieran otro oficio.
así sucedió durante muchos años. Once, según me dijo otro de esos afortunados que se crecieron con la intención de hacerme daño. Lavados de cerebro, porque ni siquiera le deseamos mal a estos sinverguenzas. Pero hay que seguir contando que en esas calles de Casimba desatron todos esos vientos de odio en el que hasta los que por allí pululan y que los nombran despectivamente, parecía que querían hacer su agosto conmigo. Afortunadamente, aunque algunos digan que no, hemos trabajado por mas que no lo quieran. Por esas calles, hace año y medio comenzaron a anunciarme lo que me sucedería. En la misma cas. Qué tristeza. Yo digo que es una casa de locos que les gusta hacerle mal a sus vecinos. Como si algo los hiciera apegar a esas tierras en donde seguramente ya es muy comercial, y ya sus centenarios dueños, o se han muerto, o las vendiero, opor migajas se las cedieron. Una colonización muy desaforada en la que no tuvieron compasión. Parece que sus fracasos fueron tantos que decidieron que lo mejor sería desde el interior de la misma casa. Pero eso ya es otra historia.
despúes de habermen anunciado que me iban a coortar una mano, y que no en vano frecuentemente voz d humo dejaba su botella de aguila, justo por donde yo tenía que pasar, en el cementerio del sur un desaforado muchacho. de esos que andan con su vicio, me cortó. Quería robarme lo producido del día. Así lo narra el Embrujado en sus historias.

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