POR LAS CALLES DE CASIMBA

Por esa calles que anduvo Casimba, el autor fue víctima de innumerables atracos, e incluso de intentos(eso creo) de asesinato. Calles que conocí desde muy jóven, aunque no siempe viví en Bogotá, pero que por haber llegado a los 17 años a estudiar en el bachillerato de la Univ. Nal. le sucedieron tantas cosas en donde según parece, y ahora lo confirma la experiencia de la vida después que me enloquecieron estos personajes que aunque parecen de ley, solamente le dejan a uno ese sin sabor de que se fue objeto de esas marcas siniestras que ya he hablado en estos blogs, a pesar que el que lo dice no pretende ser un santo, pero tampoco es uno de esos que frecuentemente utilizan aquellos que se vanaglorean de utilizar a incautos o pusilámines que rayan casi en la delincuencia por sus vicios, para que si algo le sucede a uno, fue que yo no fuí; cuando en realidad lo que hay son intereses económicos o personales. Se parecen más bien, y por desgracia, a aquellos que se confunden entre la ley del Estado, y su rara y descarada particularidad de ser los Dioses. Algo parecido a lo que antiguamente sucedía cuando el Estado y la Religión se confundían de tal manera, que incluso antes de la constitución del 91, todavía quedaban algunos de los rezagos del famoso Concordato con la religión Católica. Y aunque no se trata de llevar al extremo estos sentimientos que existen en la mayoría de nuestro pueblo, el peculio era lo que primaba, para decidir si una persona tendría derecho a entrar al reino de los cielos, o para poder ejercer el cargo de ministro de Dios, u algún otro oficio. Costumbres que vivimos los occidentales durante muchos siglos, y en donde la ley dependía de la capacidad económica que se tuviera para poder disfrutar de un cargo de éstos. O sea, que hubo muchos de éstos adonde solo se entraba si se tenía algún poder económico, o la influencia de familiares en ellos, de donde el consabido refrán popular nos enseñó que "De tal palo tal astilla", porque al fin y al cabo los que nacen en medio de familiares que ejercen ciertas artes u oficios, su vida será la continuación de lo que hicieron los suyos.
Se nos parece a lo que Platón en su momento nos enseñó acerca de los hombres. Los que nacían esclavos deberían seguirlo siendo. Los nobles también lo serían. En esos mundos ideales en el que la realidad no eran más que apariencias de los ideales.En una socieda en que hasta ahora no teníamos la manera de demostrar que como seres humanos no deberían existir los esclavos, y una persona no tendría que ser lo que sus padres fueron. Son los estigmas a los que estamos aludiendo. Estigmas en donde la ley no es la ley, sino solamente la que estos personajes muy subrepticiamente hacen lo que se les dá la gana. Los de ruana, dígamos.
¿Acaso no escuchamos frecuentemente que la ley solamente es para los de ruana?
Y así, basados en estas cortos deslindes que la realidad nos enseña, esas calles se convirtieron por cuenta de aquellos que se entronizaron como Dioses, y quienes nos recuerdan a esos mundos atávicos por la que ha pasado la humanidad, a esas ciudades de la Europa de la segunda guerra mundial en la que sus pueblos sufrieron las infamias de los Nazis, a las de aquellas dictaduras venales que construyeron sus fortunas sobre la muerte de millones de personas, al ostracismo al que han tenido que vivir incluso en los países adonde el sueño de la libertad se ve opacado cuando los nacionales de etnias minoritarias tal y como le sucedió a los judíos, o a los gitanos actualmente en la Francia que nos eclipsó con "Los Enciclopedistas" en su tiempo, se convirtieron en las calles adonde solamente los que podían disfrutar eran solamente los que decidían aquellos Dioses por cuenta de otros.
Esto me pasó y me ha pasado durante muchos años, que incluso ya perdí la cuenta. Tal vez, si se hubiera sido delincuente, o un político de esos que ahora nos cuentan los periódicos y los noticieros que tanto escuchamos y vemos por la T.V. que han resultado tan venales que a uno debería darle verguenza, se pudiera aceptar. A una persona que ha tenido que sobrevivir a un martirio sicológico, y a una extraña encerrona por cuenta de los que conocí desde niño, o de los que ahora medianamente distingo. Da grima saber, que a donde se vaya por cuenta de esta canallada uno resulte hostigado permanentemente. Y pare de contar. Solo así se podrá entender esta historia.
Decía que en aquellas calles el autor resultó siendo víctima de una extraña persecución adonde los ladronzuelos surgieron de la nada como en esos mundos fantásticos que nos cuentan los novelistas. Ladronzuelos que con el tiempo, a pesar de los años han terminado por ser no más que los vulgares y astutos secuaces de otros más expertos que trás bambalinas los utilizan para sus fines, y que después de aprovecharlos, los van sacando de esas calles nauseabundas. Así parece, muy a pesar que nos cuenten otras historias. Y no es de ahora. Con las solas vivencias que el autor ha tenido, esto siempre ha sido así en un país en el que la autooestima y el sentido de patria no depende tanto del nacionalismo sino del interés económico que antes decía, y en donde esas confusiones en el que el Estado al autorizar que particulares también puedan ejercer la ley, en esos extraños contubernios en donde no se sabe qué es ésta, los paritculares pretenden aplicarla en su provecho.
Por esas calles de Casimba, a los diecicietes años, por la avenida sexta el autor fue víctima del primer atraco, y muy cerca del barrio Eduardo Santos. El que lo hizo sabía muy bien a lo que iba. Un familiar que hacía las veces de mi tutor, acaba de darme lo que según mi papá era mi cuota como hijo. Y eso lo digo, porque me lo imagino. Vivía con una familia de Ibagué en el que el jefe de hogar tenía sus negocios en la venta de repuestos mecánicos de los carros en la que hoy se consigue todos los de segunda y muy cerca del San Andrésito del San José, y una esposa con un cargo en el D.A.S. El hermano,un promisosrio ciudadano que con los años acupó por cuenta de los ediles de su tiempo en Bogotá el cargo de contralor.
Ni los nombres interesan ni su historia tampoco, porque al fin y al cabo todos parecen que hubieran sido buenos ciudadanos. En cambio a mí, por esos estraños estigmas, y en esa extrañs persecuciones, fui blanco de villanos que creyeron que conmigo se podrían conseguir,o todo el dinero del mundo, o las posibles relaciones que necesitaban con un padre que según supe muchos años después fue uno de los contrabandistas más importantes en su momento, y después uno de los importadores mas importantes que hubo en Bogotá. Pero como en esas marcas, por cuenta de familiares en donde todos buscaban sus tesoros, en Ibagué, el niño asustadizo que de alguna manera ya había sido blanco de esos intelectuales de asesinatos perfectos, le sucederían horrendas situaciones personales por cuenta de estos astutos y sagaces perseguidores, que con los años solo resultan ser los más infames, porque creyéndose ser de los mejores resultaron ser de los peores. No solo serían esos políticos que nos embelesaron con sus teorías en pro de lo mejor del ser humano, sino de los oscuros personajes que la vuelta de los años uno termina informándose que en este país a pesar de todos los progresos que nos cuentan los medios de comunicación, estos personajes se parecen a los villanos que hemos conocido a través del cine y la literatura.
Y la última, la ultima de una de las tantas últimas que he vivido, me sucedió no hace ni dos años. Y fue la continuación de otra que ya me había sucedido en el Bravo Páez en donde fui cortado en una de mis manos por un supuesto y embelazado adicto al pegante que me estaba esperando muy cerca del cementerio del sur para atracarme con una botella partida, como haciendo realidad un mensaje que ya me habían enviado en la misma casa que yo digo embrujada. Creando de antemano miedo al crear realidad lo que en esos trabajos de sicología en donde uno además de estar vigilado y expuesto a que cualquier otro villano haga lo que se le dé la gana en esas calles, con el agravante de que la paranoia tal y como lo hicieron, sea la fuente para que otros a los que le cuentan la historia, resulten también haciendo lo mismo. Sería largo de contar todas estas vivencias, pero lo que decía era que en la misma casa, ya me habían avisado de lo que me iba a pasar en la mano, y en esas calles de delincuentes que parecían ser los encargados de ejercer sus malévolas leyes en el que todos estamos como secuestrados, éstos resultan haciendo los que les ordenan otros, mientras los más sagaces como los Poncios Pilatos se lavan las manos. Por debajo de la mesa, no son más que los astutos inquisidores modernos de lo que fueron los reales en la época de la inquisición española con sus consabidos juicios de Dios, adonde mediante estas pruebas penales, pretendieron hacer justicia en su propio provecho. La historia es la siguiente:

Comments

Anonymous said…
Condivido pienamente il suo punto di vista. L'idea di un buon supporto.
Assolutamente d'accordo con lei. In questo nulla in vi e 'una buona idea. Pronta a sostenere voi.

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